Exposición
Exposición El deseo y la pérdida, de Jan van Eden
La sustancia icónica de la pintura figurativa de Jan van Eden y la particular narratología que habitualmente ha desarrollado en buena parte de su obra, siempre ha estado directamente correlacionada con el método, el oficio y la ubicación del cineasta que sin duda también es. Van Eden pintor a caballo entre dos mundos: Ámsterdam y Sabayés (Huesca); Ámsterdam encarna la gran ciudad, las multitudes que avanzan, la vida atropellada y vertiginosa; Sabayés es un refugio donde reflexiona, evoca encuentros y desencuentros, y crea sus particulares relatos visuales. De manera que esta colección de pinturas supone la simbiosis total entre la naturaleza del procedimiento y el objeto de su obra, que es el cine del que se nutre, pero no como sujeto de homenaje, sino como medio para seguir indagando en su particular universo y los temas que siempre han estado presentes a lo largo de su trayectoria artística.
Guillem Díaz Plaja en sus artículos de la Revista Mirador (1929) reivindicaba la necesaria plasticidad expresiva que el cine de la época empezaba a replicar desde el método pictórico con total intención. Es desde allí donde estas pinturas arrancan, fieles al singular modelo expresionista del autor caracterizado por un dibujo excelente, una paleta muy calibrada donde destaca el uso del blanco y negro, así como un cuidado magistral en la composición de los distintos planos picados y fugas que conforman la secuencia-pintura; pero a la vez, con un claro predominante del sentimiento sobre el pensamiento, de la emoción sobre la descripción y de la impronta personal y crítica en la visión de las secuencias que compone, frente a la realidad de la que se nutre.
Van Eden usa varios recursos de encuadre con total intención que van desde el primer plano cerrado a través de sus inquietantes y melancólicos retratos, la defragmentación de fotogramas a través de sus polípticos, el plano medio corto y sobre todo el plano panorámico cargado de intencionalidad y atmósfera que enfatiza teatralmente la localización desde la que está ubicada la escena; en este caso siempre zonas donde se produce tránsito, de arquitecturas complejas (especialmente grandes y cinematográficas escaleras, galerías, estaciones, cafés, suites) y escenografías abigarradas, pobladas de actores-ciudadanos secundarios, gentelments voyeurs, gánsters con sombrero y mujeres semidesnudas, donde todos/as parecen ser cómplices y conocedores de lo que allí ha pasado o en breve va a pasar. Pero en todos los casos van Eden usa el personaje principal, el que ocupa el eje del lienzo, para decirnos que en realidad el dominante en su composición es el plano subjetivo, donde el actor/actriz en primer plano revela la respuesta emocional que el autor quiere transmitir, donde reside la esencia de su particular storytelling, en no pocas veces descontextualizado de la película de referencia a la que parece invocar, y con una transcendencia en su interpretación que supera las barreras formales del cine y se acerca a la crítica social que este pintor siempre pretende.
Éste es el lugar que Van Eden presta a sus admiradas Monica Vitti, Claudia Cardinale, Catherine Deneuve, Gloria Swanson, Ana Karina, Anouk Aimee, Ana Magnani, Monica Bellucci, Marilyn Monroe, Lya Lis, Greta Garbo o Susan Sarandon entre otras, así como a Humprey Bogart, Marc Michel o Bruce Willis. Van Eden no deja escapar esta particular oportunidad para hablarnos de dos de sus autores imprescindibles mimetizándose en su particular mundo creativo y participar con ellos del proceso narrativo en el que están inmersos con sus películas. Nos referimos por un lado a Federico Fellini y por otro a Luis Buñuel donde cintas como La edad de oro, El discreto encanto de la burguesía o Belle de Jour son un punto y seguido a partir del cual se suma a revisar y recomponer de una manera muy particular la historia de sus personajes.
Esta exposición se abre con un sentido homenaje a Pepa Santolaria (fallecida recientemente), esposa, compañera, cómplice, amiga y galerista de Jan van Eden, a la que el autor dedica un grupo de pinturas y retratos reflejo de una larga vida, felizmente compartida, de tránsito y trabajo a lo largo y ancho del mundo donde la pasión y el compromiso con el arte y desde el arte que han proyectado desde Ámsterdam y Sabayés (Huesca), pasando por Calanda, han determinado una admirable vida de cine.
J. Alberto Andrés Lacasta
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